martes, 28 de diciembre de 2010

Un tesoro inesperado(2ª parte)

Amaneció un día soleado, sin nubes en el cielo azul, estaba listo, había conseguido dormir a pesar de que estaba nervioso.
Se arregló tranquilamente y se fue a la cafetería en la que había quedado con Alberto, para desayunar juntos y hablar sobre el enigma.
Ya era la hora, estaba sentado en una silla tomándose una infusión para calmarse, ahí  estaba, un hombre con bigote, alto, rubio, con una camiseta a rayas.
Se levantó para saludarle. Al mismo tiempo que se sentaba otra vez el amigo levantó la mano y pidió un café, y se acomodó cerca de su viejo amigo.
Al principio se contaron qué tal les iba, en qué trabajaban, si tenían pareja…
Al cabo de unos 10 o 15 minutos Juan aprovechó unos segundos de silencio para preguntarle su gran duda:

-¿De qué querías hablarme?
-Ehh, verás, preferiría que esto lo hablásemos en privado, en tu casa, por ejemplo.
-Bueno vale-dijo Juan si entender nada.


           
Una vez allí, Alberto sacó del bolsillo posterior derecho de su pantalón, con  mucho cuidado, un pergamino, era idéntico al que venía en el correo, como dato adjunto. “Lo habría escaneado…” pensó Juan.

Lo abrió cuidadosamente y lo apoyó sobre la mesa.

-Hace un mes recibí una carta que incluía esto, decía que era para ti, que te lo diera cuanto antes.
-¿Quién te la mandó?
-Eso es lo que no sé, me lo dieron en mano, mientras estaba trabajando en el banco.
-Y… ¿decía algo en una carta a parte?
-Solo que te lo diera pronto, que era urgente. La he traído por si acaso.-Dijo sacándola de otro bolsillo.

-“Querido Alberto: No te puedo desvelar quien soy, pues no confiarías en que lo que pone en el pergamino sea verdad, solo te pido que se lo des cuanto antes a Juan Fernández, nuestro antiguo compañero, es urgente”.-leyó con claridad.
-¿Te parece que haya alguna pista?
-No, supongo que tendré que conformarme con el pergamino.
-Vale, bueno, pues adiós, si quieres que te deje la carta ya me llamas y quedamos, o si quieres que te dé otro tipo de información, también.
-Vale, hasta otra.

Acompañó a Alberto hasta la puerta, después cogió una silla, la  arrimó a la mesa del comedor, y se sentó en ella a inspeccionar el pergamino.

-“Si realmente desea encontrar el verdadero tesoro, no piense mucho, porque esta más cerca de lo que cree.”- repetía constantemente, después de unos segundos para pensar.


           
Preparó todo lo necesario para comprobar si había algo escrito, por delante o por detrás, con tinta invisible.
Colocó el limón al lado del pergamino y del pincel con el que extendería el zumo de limón por la escritura.
Efectivamente había cosas inscritas con tinta invisible, por la parte de delante a partir de la mitad de la hoja ponía: “construida en el geranio” y por detrás escrito hasta la mitad de la hoja: “detrás de la manzana”.
Solo ponía eso, “Así que deberá ser una única frase”, pensó.
Pero lo que no sabía era a qué se refería con geranio y manzana, podían ser tantas cosas.

Estuvo toda la tarde investigando, sobre si los geranios eran muy frecuentes en los jardines de allí, de Cuenca, y si había alguna tienda que se llamase así, pero nada.

Por la noche ya fue cuando se dio cuenta de que “construida en el geranio” se refería a que se construyó en la calle en que vivía, ya que se llamaba genarium, que es geranio en inglés.
Pero aún quedaban cosas por averiguar, como en qué casa era, y a qué se refería con “detrás de la manzana”.

Se fue a descansar un poco, pues estaba agotado.



FD:Chupachup

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